El compromiso solidario de Andel: una educación que va más allá del aula
Desde hace años, el Colegio Andel ha integrado de manera firme y constante la solidaridad y el voluntariado como parte esencial de su proyecto educativo. A través de distintas iniciativas, tanto los alumnos como sus familias tienen la oportunidad de implicarse activamente en acciones que buscan mejorar la vida de quienes más lo necesitan. Este compromiso no es algo puntual, sino una línea de acción sostenida que forma parte del ADN del centro.
Entre las actividades que se han llevado a cabo a lo largo del tiempo destacan la colaboración regular con el Banco de Alimentos, el acompañamiento familiar de niños con discapacidad, el reparto de café y ropa a personas sin hogar y experiencias de voluntariado internacional en Marruecos, donde los alumnos no solo aportan ayuda, sino que regresan profundamente enriquecidos en lo humano. A estas se suma una de las iniciativas más recientes: la colaboración con el comedor social de San Simón de Rojas en Móstoles, donde los estudiantes de 4º de ESO y 1º de Bachillerato participan activamente preparando bocadillos, charlando con los usuarios y ayudando en todo lo necesario, como limpiar el comedor tras su uso.
Este espíritu solidario ha seguido creciendo, y desde el pasado mes de marzo se ha abierto una nueva vía de voluntariado especialmente significativa: las visitas al Centro de Día Jardín de los Mayores en Móstoles. Los alumnos de 2º y 3º de ESO, en grupos reducidos de cuatro por turno, acuden dos veces por semana acompañados siempre por un antiguo alumno o un profesor del centro. Durante una hora, comparten tiempo con personas mayores, ofreciéndoles algo tan valioso como su compañía. Juntos conversan, juegan al dominó o al parchís, dibujan o simplemente escuchan, generando un espacio de afecto intergeneracional que beneficia a ambos lados por igual.
Estas experiencias no solo aportan un valor inmediato a las personas con las que se comparte el tiempo, sino que suponen una herramienta pedagógica de primer orden. Desde Andel se entiende que estas vivencias son parte nuclear del proceso formativo del alumno. No se trata solo de formar académicamente, sino de ayudar a cada persona a crecer en empatía, en sensibilidad y en comprensión de la realidad que les rodea.
Gracias a estas acciones, los alumnos aprenden a valorar lo que tienen, a ser agradecidos, a relativizar sus propias dificultades y a mirar el mundo con una mirada más compasiva. Se forman así personas más completas, con un corazón más generoso y con un profundo sentido de la responsabilidad social. En definitiva, iniciativas como estas reflejan el convencimiento de que educar no es solo transmitir conocimientos, sino ayudar a los jóvenes a convertirse en personas con alma.